Por si no ha quedado claro en el título, con “niñas” me refería a nuestras mascotas, y por “salón” quería decir “de belleza”. Las peluquerías de mascotas son uno de esos servicios para nuestros amigos de cuatro patas que han proliferado en las sociedades hiperdesarrolladas que ofrecen servicios a animales a sabiendas de que muchas personas no pueden permitírselos. En fin.
No creo que sea necesario advertirlo, pero estas peluquerías están pensadas para nuestros peludos amigos (nunca mejor dicho), pero no para todos. Los calvos están cruelmente excluidos: ni tortugas, ni serpientes, ni peces, ni gatos Sphinx. Otros animales con pelo, como tarántulas y ratas, tampoco son bien recibidos, en general. Ni los emplumados. Vaya, que son para gatos (ni hurones de otros roedores aguantan bien) y, más comúnmente, para perros, que aceptan lo que les echen.
¿Qué servicios cabe esperar encontrar en un salón de belleza? Bien, depende, como todo, hay clases. Hace un tiempo se puso muy de moda en el ámbito anglosajón el salón ambulante, que solía proporcionar los servicios básicos: peinar, cortar, lavar. Tenían pocos clientes en aquel entonces, y desplazarse ofrecía a los dueños el plus de comodidad que necesitaban para animarse.
Me pregunto si los animales parlotearán en la peluquería de mascotas o leerán la Interviú…
Con el tiempo, este tipo de cuidados lujosos para mascotas se han generalizado, pasando a incluir “paticuras” o cuidados de las uñas y almohadillas, tanto recortándolas como tratándolas con cremas. Los buenos salones ofrecen todo tipo de peinados, incluso los más complicados y elaborados, con diseños específicos para cada raza. En los salones de belleza más sofisticados incluso masajearán a nuestras mascotas.
Y la cosa tiene tirón. Existe incluso todo un subgénero de juegos flash basados en gestionar o trabajar en un salón de belleza para animales (perros, gatos, caballos) virtual, orientados sobre todo a jovencitas; aunque yo soy un tiaco de treitaitantos con barba y también he jugado a poner tirabuzones al caniche Mimí…
Y, aunque en ocasiones concordaremos en que los resultados son esperpénticos, sería tonto negar que los animales suelen disfrutar de la experiencia (toma, y yo, si me toquetean y masajean y soy el centro de atención todo el rato). Seguro que aquí rige el sagrado principio del parecido amo-mascota, así que imagino a ambos con el mismo peinado. Ya estamos preparados para buscarnos un trapito canino adecuado y ahora, hop, a lucir permanente a juego!