Mi madre compraba las verduras directamente a los vecinos que tenían huertos. De ahí que encontráramos caracoles entre las hojas de las lechugas o de las coles, sus manjares preferidos. Entonces, el mundo se convertía en una aventura en la que esos pequeños animalitos con su casa a cuestas eran los protagonistas.
Cuando encontrábamos un caracol le acondicionábamos un espacio donde pudiera estar a gusto en su hoja de lechuga o col en la que lo habíamos encontrado. Lo veíamos salir de su caparazón tímidamente e irse alimentando de la hoja a pequeños bocaditos. Su observación era un espectáculo que nos tenía entretenidos durante tiempo.
También nos intrigaba cómo sería su casa por dentro, pues era el único animal que supiéramos que la llevaba incorporada. Todo en él impulsaba a nuestra curiosidad de niños a preguntar cómo vivía, por qué tenía cuernos, por qué se encogía y se estiraba, por qué… Y hasta nos despedíamos con tristeza al dejarlo en el jardín.
Construirles un hogar cómodo
Los caracoles son para muchos un simple manjar culinario, pero para otras personas son unos animalitos dignos de observar y que los fascinan. Además, son muy fáciles de cuidar y proporcionan a los niños un aliciente para aprender responsabilidad hacia otro ser vivo.
Les deberemos proporcionar un lugar para vivir donde se sientan a gusto. Podemos utilizar un acuario de cristal que rellenaremos con turba o suelo de jardín previamente horneado para eliminar las bacterias. En él colocaremos cortezas, hojas, ramas, hojas, etc., para que nuestros caracoles dispongan de unos buenos escondrijos durante el día.
Es muy fácil alimentarlos
Su alimentación está basada en hojas verdes y calcio para reforzar su concha. Así que solamente debemos proporcionarles hojas frescas de lechuga, col y hojas de plantas de jardín que no se fumiguen, pues se intoxicarían y morirían. A esta alimentación básica hay que añadir el calcio, que puede ser en forma de cáscaras de huevo, huesos de sepia u otras conchas de caracol.
Los caracoles se guían por el olfato para encontrar su comida, ya que apenas ven, así que serán capaces de encontrar solos la comida en su habitáculo sin necesidad de que les coloquemos encima.
Apareamiento y puesta de huevos
Aunque los caracoles son hermafroditas, no se fecundan a sí mismos, por lo que si queremos que tengan descendencia tendremos que darles compañía. Durante el apareamiento ambos caracoles fecundarán al otro y los huevos madurarán durante una temporada dentro de sus cuerpos hasta realizar la puesta. Cada uno puede poner alrededor de cien huevos enterrándolos bajo la arena en un lugar fresco.
Los nuevos caracoles saldrán de los huevos entre dos y cuatro semanas después, pero pasarán unos tres meses dentro de su refugio esperando a crecer y que su cáscara se haga más dura para no ser tan vulnerables.