Leyendas gatunas: el origen del gato

Leyendas gatunas: el origen del gato

El gato ha fascinado desde siempre al hombre, por su agilidad, su independencia y a la vez por su capacidad para ser tiernos y simpáticos a pesar de salirse siempre con la suya. Debido a todo esto, hay muchas leyendas que intentan narrar el origen de este animal, que se relaciona muy a menudo con los grandes felinos.

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Y Dios creó a los animales

Los hebreos tienen dos leyendas muy curiosas sobre el origen de los pequeños felinos y también sobre sus cualidades.

Sobre su origen, se dice que el gato no existía sobre la tierra antes del diluvio universal que sumergió toda vida conocida tras llover durante cuarenta días y cuarenta noches. Solo Noé y una pareja de cada animal se salvaron. ¿Una pareja? parece ser que los traviesos ratones se colaron en un buen número dentro del arca y se dedicaron a comer las semillas y el grano que eran el alimento de todos los demás animales y de la familia de Noé. Este imploró a Dios ayuda para acabar con la plaga. Oyendo las súplicas de Noé,  este hizo que el león estornudara y de su nariz surgieron multitud de pequeños gatitos que corrieron a poner orden en las bodegas, devorando a los roedores.

Otra leyenda del mismo origen habla de que cuándo se crearon los animales, Dios los puso en fila y le concedió a cada uno de ellos una cualidad. El gato, último en la cola, escuchaba indeciso y no sabía con qué quedarse, así que cuando al fin le llegó el turno le pidió a su creador que le concediera un poquito de cada una de las cualidades del resto de los animales. Por eso, muchos consideran al gato el animal más perfecto de la creación.

Los egipcios y los romanos también le tenían cariño

Pocas culturas idolatraron tanto a los mininos como la egipcia. Los egipcios comenzaron a domesticar gatos, si domesticar y gato puede ir en la misma frase, con la intención de que estos cuidaran el grano de sus graneros, poniéndolo a salvo de los ratones. Pero acabaron fascinados por un animal al que dieron categoría de Dios y de hecho, una de sus deidades se representaba con rostro de gato, la diosa Bast. Los griegos y romanos creían que había sido la diosa Diana, o Artemisa, la que había creado al gato para ridiculizar a su hermano, que había sido el creador del león.