Los roedores son animales cada vez más populares en nuestros hogares, y me atrevería a decir que son los que más preocupan a las madres, ya que en poco tiempo han pasado de enemigos declarados a los mejores animales de compañía de sus hijos. Las enfermedades más típicas de los roedores son, por ello mismo, un tema más que interesante para cualquiera que conviva con ellos.
Vaya por delante que los roedores suelen ser animales bastante saludables de por sí y poco propensos a sufrir enfermedades y a transmitirlas, a pesar de su macabro historial, siempre y cuando las condiciones de higiene, alimentación y demás sean buenas. Es el caso de los hamsters, los roedores de compañía por excelencia. No es que sean los animales más duros, pero tampoco son unos blandengues.
Los hamsters y en general todos los roedores tienden a sufrir de las mismas enfermedades, algunas (sólo algunas) de nombre tan tiernos como los pacientes: hongos, diarrea, enfermedad de cola húmeda, oclusión de carrillos, enfriamientos, abscesos, tumores, labios irritados, choques térmicos, enfermedades de los ojos o diabetes. Vista así la lista, a pelo, da bastante grima. Pero, pensándolo bien, no son más enfermizos que cualquier humano.
Las enfermedades más típicas de los roedores son las bacterianas
En realidad, la mayoría de estas enfermedades tienen tres procedencias: cambios bruscos de temperatura, el estrés, una mala alimentación o una infección bacteriana; problemas todos ellos más fáciles de prevenir que de curar. Además, existen enfermedades más específicas en otros roedores menos comunes. La chinchilla, por ejemplo, puede tener problemas dentales, de alopecia y anillos de pelo entre el pene y el prepucio (suena chusco, pero debe de doler).
Las cobayas, por su parte, comparten algunas de estas enfermedades, pero acusan más, por ejemplo, la escasez de vitamina C (escorbuto y dificultad locomotriz) y las enfermedades “femeninas” (quistes ováricos, distocia y toxemia). En las ardillas también se pueden manifestar muchas complicaciones reproductivas (tumores, infecciones), así como dentales, urinarias y respiratorias (cristales y rinitis son las más comunes respectivamente). Las subespecies tendrán algunas otras tendencias específicas.
Nuestros viejos amigos los conejos también tienen problemas propios, aunque parezcan tan felices. La lista es larga. Los más singulares son el acortamiento de la mandíbula, que impide una alimentación apropiada; coccidiosis, que trastorna el aparato gástrico; invaginación de los párpados (se irritan y supuran); cuello torcido, ataca el equilibrio; mamitis, o inflamación de las glándulas mamarias; aparte de la famosa mixomatosis… En fin, nadie es perfecto…