Desde hace varios años las cotorras monje o argentinas han ido proliferando en libertad en ciudades como Madrid o Barcelona. Los culpables, como siempre que se introduce una nueva especie en un hábitat que no es el suyo, es la especie humana. En este caso los dueños que las dejan en libertad.
Parece que no hemos aprendido mucho desde que otras especies, como los cangrejos de río, las ardillas de Carolina, los siluros, los galápagos de Florida y tantos otros animales han sido introducidas en nuestra fauna.
Introducir una especie en un nuevo hábitat que no está acostumbrado a ella, supone que será difícil que haya depredadores que frenen su crecimiento desmesurado, por lo que se puede crear un gran desastre medioambiental. En el caso de las cotorras así ha ocurrido.
Colonias para defenderse
Las cotorras son unos animales bellos, interesantes y muy inteligentes. Crean colonias en las que sus miembros cuidan entre todos del bienestar de los nidos, creando patrullas que se quedan en la zona de nidificación para evitar que los depredadores accedan a los nidos.
Su fuerte carácter territorial está provocando que ataquen a las especies de pájaros que viven en la zona, tales como palomas, gorriones, mirlos y hasta a las urracas, consiguiendo que estas aves no puedan anidar en la zona.
Enorme capacidad de adaptación
Además, son unas aves depredadoras, que se adaptan muy bien a los cambios y ambientes nuevos. Sus hábitos alimenticios incluyen los huevos de los nidos de sus competidores, por lo que están causando estragos en la capacidad de reproducción del resto de aves, que no pueden defenderse de sus ataques.
Es fácil distinguir una colonia de cotorras: sus fuertes gritos y sus grandes conjuntos de nidos construidos formado un fuerte armazón de ramas entretejidas para proteger a los nidos interiores hace que sus lugares de cría sean casi inexpugnables.
Medidas paliativas y responsabilidad de los dueños
La solución que se está dando desde los distintos estamentos es eliminar los nidos de cotorras antes de que empiecen a criar. Con esta medida se espera ir reduciendo la población de estas aves y recuperar la de las especies autóctonas.
Sin embargo, esto no será posible si los dueños de las cotorras argentinas, y de cualquier otra especie exótica, no guardan los debidos cuidados para evitar que se pueda seguir incrementando el número de estas aves en libertad por un espacio que no es el suyo.