Los humanos no somos los inventores del matrimonio para toda la vida ni del amor eterno. A decir verdad, muchas veces no somos capaces de fidelidad ni siquiera por periodos bastante más cortos que la eternidad. En el reino animal, sin embargo, existen diferentes ejemplos de especies que permanecen juntas durante toda su vida. Y esto a pesar de que los estudios realizados durante los últimos años han echado por tierra algunos mitos que existían sobre las idílicas relaciones de algunos animales, que han resultado ser menos perfectas de lo que parecían.
A primera vista, llama la atención el hecho de que parecen ser las aves las que establecen este tipo de lazos permanentes con mayor asiduidad. En muchos casos, las parejas de aves que tienen relaciones estables son pájaros que realizan migraciones y que se juntan cada año en el lugar de apareamiento dispuestos nuevamente a formar un nido juntos. Estas parejas permanecen unidas para sacar adelante los nuevos huevos hasta que se conviertan en polluelos independientes. Durante el resto del año, vuelan en busca de lugares más cálidos y en ocasiones no lo hacen juntos. Quizás radica aquí el éxito de su unión, en que no abusan del tiempo que pasan juntos y se dan pequeños periodos de descanso.
Los mamíferos también son (en ocasiones) partidarios de la fidelidad
Antes de que alguno, o alguna, utilice las líneas antes escritas para justificar su infidelidad basándose en su no pertenencia al mundo de las aves tengo que comentar que también hay mamíferos capaces de establecer relaciones de pareja, incluso familiares, permanentes. Un ejemplo son los lobos grises, cuyas manadas se forman en torno a una pareja de macho y hembra y sus crías.
En el caso de los primates, y este dato es científico, lo cierto es que tan solo un 6 % de las especies que se han estudiado demuestran ser fieles a sus parejas. Uno de los ejemplos más representativos es el del mono búho. Los machos no solo son fieles a las hembras, sino que también participan en el cuidado de las crías. Estos animales fueron estudiados en un riguroso proyecto científico a lo largo de dieciocho años, durante los cuales no se descubrió ninguna infidelidad entre las parejas estudiadas. Estos datos no se desmintieron siquiera mediante los estudios genéticos realizados, no pudiendo demostrarse que ninguna de las crías de las unidades familiares estudiadas en diferentes emplazamientos, hubiera sido fruto de una “aventura extraconyugal”.