El conductismo, el origen de la educación canina

El conductismo, el origen de la educación canina

En conductismo nació en los EEUU en la segunda década del siglo XX. Fue una corriente psicológica que gozó de una gran popularidad y de la que pronto surgió una forma de adiestramiento canino. Todavía hoy en día, gran parte de los adiestradores de los EEUU basan sus métodos en el conductismo exclusivamente, mientras que en Europa es una tendencia que, utilizada como única vía de educación, es minoritaria, habiendo optado la mayor parte de los adiestradores por una mezcla de diferentes corrientes.

Explicar el conductismo sin hablar del experimento de Pavlov es muy difícil, ya que es el ejemplo que prácticamente todo el mundo tiene en la mente al referirnos a esta técnica de adiestramiento. En definitiva se trata de utilizar un estímulo que en principio puede ser neutro, para que el animal lo asocie con una forma de actuar y con una consecuencia a la misma. Así como el perro de Pavlov al oír la campana sabía que iba a recibir comida y babeaba con tan solo escuchar el sonido de la misma, anticipándose a lo que venía luego, un can puede ser educado para que al pronunciar su amo una determinada orden, sepa que tiene que realizar una acción concreta. Si lo hace correctamente, recibe un estímulo, un premio o recompensa, que se convierte en la asociación positiva para su acto. Si cuándo el dueño le dice “siéntate” el responde a esa orden sentándose, recibe una golosina o una caricia.

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El conductismo positivo y el conductismo negativo

Curiosamente los primeros experimentos considerados conductistas empleaban el condicionamiento negativo. Si al animal se le infligía un dolor o una molestia y esta se detenía cuándo hacía justo lo que estábamos buscando, asociaría ese comportamiento al alivio y por tanto tendería a repetirlo. Actualmente, por suerte, el conductismo negativo ya no se lleva a la práctica, al menos no de forma oficial. Es decir, si el perro no obedece la orden, no recibe un castigo, tan solo se le recompensa si lo hace bien. Como mucho se le indica de alguna forma que no ha hecho lo correcto (un “ no”  o un pequeño tirón de la correa para corregirlo)

Los detractores de esta técnica la acusan  de que parece que se olvida de que el animal no es una máquina que actúe de forma mecánica, sino que tiene instintos y psicología propia y que tratarlo de esta manera parece simplificar en exceso la complejidad de su naturaleza.