El otro día me topé en la red con esta raza de gato Bengala, cuya existencia debo confesar que desconocía, y me llamó inmediatamente la atención. Resulta que el Bengala es una raza producto del cruce entre un gato doméstico y la especie salvaje llamada gato de Bengala o gato leopardo (Prionailurus bengalensis), una especie de felino del sudeste asiático. Es un mestizo, pues, de especies diferentes pero genéticamente compatibles.
Me gustó la idea de poder tener un animal de origen salvaje como mascota doméstica, y seguí investigando un poco. Al parecer, hizo el primer cruce intencionado un criador norteamericano en 1963, y la cría sistemática comenzó en Arizona en los años ochenta. Hacen falta cuatro generaciones de cruce controlado para llegar a lo que se considera una raza de gato nueva y genuina.
Morfológicamente, el Bengala tiene un porte elegante. Los machos llegan a los ocho kilos, las hembras se quedan sólo en tres, pero ambos son fuertes y duros. La cabeza es ancha, como la nariz y las mandíbulas, y ligeramente acuñada. Las orejas son pequeñas y apuntadas, y los ojos almendrados, de un verde amarillento. Los cuartos traseros están algo levados y la cola es ancha. Su pelo es corto, suave y denso, y su manto es característicamente atigrado.
La raza de gato Bengala (o bengalí) viene de, pero no es lo mismo que, el gato de Bengala
Es un gato muy teatral en su comportamiento. Le tildan habitualmente de hiperactivo, lo que junto con su extraño gusto por el agua y el chapoteo, se han convertido en sus señas de identidad. Además de saltarín y juguetón hasta el extremo, es un animal muy expresivo, curioso, sociable y cariñoso con su dueño. Se llevará bien con otros animales si los conoce desde pequeño.
Es un animal saludable que no requiere demasiadas atenciones específicas. Un cepillado semanal, una limpieza de orejas de vez en cuando y bastante ejercicio son las claves para la buena salud de nuestro Bengala. No conviene tenerlo aburrido, su sangre salvaje puede jugarle una mala pasada y deprimirse… Por la misma razón, le vendrá bien tener un pequeño espacio propio.
Así que así se desarrolla ante nuestra cara una hibridación entre especies, una salvaje, y otra domesticada. Es impresionante cómo la habilidad de los criadores puede conseguir modificar a su gusto la forma, el carácter, la genética de un ser vivo. Claramente hay que luchar por mantener la diversidad y pureza de las especies salvajes, pero un poco de sangre fresca seguramente vendrá bien a nuestro pool genético felino, tan toqueteado y amansado por la mano del hombre…