Los agapornis proceden de las zonas tropicales africanas. Su colorido, simpatía y carácter sociable les hace muy queridos por los amantes de las aves y, en particular, por los amantes de los loros. También suele ser considerado un símbolo de amor eterno gracias a la relación monogámica que se establece entre las parejas. Si uno de ellos muere debemos buscarle rápidamente otra pareja para evitar que se deprima y muera también.
De las nueve especies de agapornis que existen, sólo tres presentan dismorfismo sexual: Cana, Pullarius y Taranta; en el resto de especies es imposible saber a simple vista si son machos o hembras. Observar cómo se comportan entre ellos para averiguar quiénes son parejas tampoco sirve, pues hay agapornis del mismo sexo que se comportan como si fueran parejas.
Si quieres criar agapornis debes acudir a un especialista para que sexe a tus aves antes de lanzarte a la aventura. Una vez que averigües que tienes una pareja de agapornis creada puedes pensar en prepararles todos los elementos para que puedan nidificar. En libertad se aparean en los meses cálidos, pero en una casa bien cuidados, pueden criar en cualquier época.
Un bungalow para nuestros amantes
La jaula de nuestros agapornis debe ser lo suficientemente grande para permitirles unos vuelos y con los barrotes de metal, no de madera u otro material en el que pueda incrustarse restos de comida o excrementos y producir alguna infección a las aves. Además, hay que colocarles una caja para que construyan el nido en su interior.
Como los agapornis son curiosos e inquietos no les debe faltar elementos de juego y de ejercicio. Las perchas son muy importantes para el buen mantenimiento de sus patas. Estas pequeñas aves pueden utilizar sus patas como pies o como manos. Para ayudarles a realizar todo el juego de sus patas las perchas deben de ser de distintos grosores
Preparando el nidito de amor
Los materiales que necesitarán para la construcción del nido son ramitas, fibras vegetales y pelote o borra. Lo mejor es proporcionárselas a través de una tienda especializada, pues si las cogemos de la naturaleza es difícil saber si están fumigadas, lo que sería mortal para los polluelos.
La incubación dura entre 23 y 25 días de media, dependiendo de la especie de agapornis que tengamos. Durante este periodo la hembra no saldrá del nido siendo alimentada por el macho. Tras el nacimiento de los polluelos, los padres alimentarán a sus retoños algo más de un mes antes de poder alimentarse por su cuenta.