Vaya por delante que este post va a reflejar una postura totalmente personal y que más que tratar de dar una respuesta es una invitación a la reflexión. Una reflexión que en todo momento deben de plantearse las personas que aman a los animales y tratan de ayudarles y también todos los que acuden a una protectora para buscar una solución a sus problemas.
Mucha gente cree que una protectora de animales es algo así como una institución mágica en la que pueden dejar animales que han encontrado y que ellos podrán ocuparse de todos sin ningún tipo de problemas ni inconvenientes. Pero la realidad es muy distinta. Son entidades sin ánimo de lucro, en muchos casos sin ayudas oficiales de ningún tipo y que se sustentan con donativos particulares y trabajos voluntarios como son las ventas en mercadillos.
Por tanto, hablamos de asociaciones con una clara limitación económica. En algunos casos, tienen algún tipo de instalaciones en las que pueden acoger a perros y/o gatos abandonados para buscarles un nuevo hogar. Pero esto no quiere decir que puedan acoger a todos los perros y gatos que se les lleven. Por eso, tienen que aprender a decir “NO” y a poner límites.
Límites que suelen tener la mayoría de las protectoras
Un límite muy razonable es no aceptar animales con dueño. No vale que te hayas cansado de tu perro o que tu nuevo novio haya resultado ser alérgico a los gatos. No puedes coger al animal y convertirlo en el problema de otra persona.
En muchas protectoras no plantean las cosas tan crudamente porque saben que quién hace eso bien podría acabar abandonando al animal. Así que tratan de ayudarle a que su mascota encuentre otra casa, pero pidiéndole que lo tenga mientras tanto.
Evidentemente, hay casos en los que hay que renunciar a la mascota por motivos muy serios, pero normalmente, esta gente es muy consciente de que la situación no es sencilla para la protectora y solo piden que se les eche una mano, no desentenderse del animal. No nos referimos a estos casos.
Otro límite es el que se refiere a los gatos de las colonias. Y es que no se puede pretender ver a un gato en la calle y, porque te da pena verlo allí, llevarlo a una protectora. Los gatos de la calle, especialmente los de la colonia, solo se recogen en caso de que haya un peligro real para el animal, por ejemplo, que esté enfermo y necesite curarse en una casa o que se trata de un gato que no puede valerse por sí mismo.
En el resto de los casos se trata de realizar castraciones y de controlar a las colonias con la ayuda de voluntarios. Si los gatos de la calle te dan pena, puedes colaborar realizando voluntariado con colonias.