Conocer el lenguaje gatuno es tan importante como conocer el canino, porque ambos son totalmente distintos. Un perro mueve la cola con rapidez como señal de saludo, mientras un gato expresa su amistad levantando el rabo y doblando la punta. Si un gato, mueve el rabo lateralmente de forma rápida como latigazos, está expresando enfado… mucho enfado…
Los gatos utilizan el rabo, bigotes y orejas para indicar sus estado de ánimo y comunicarse con el resto de congéneres. Como no podemos esperar que los gatos aprendan a hablar, al querer convivir con ellos debemos ser nosotros los que aprendamos lo que nos dicen con esos gestos, lo que significa dolor, disgusto, placer, etc.
Además de para comunicarse, el bigote les sirve para captar vibraciones del aire que les indica los movimientos a su alrededor, el rabo es un elemento fundamental para mantener el equilibrio que les permite mantener la verticalidad en las caídas, y las orejas son su radar ante el más mínimo sonido.
Dormir o no dormir
Que los gatos duermen con un ojo abierto es un dicho que hace referencia al estado de alerta constante en el que están. Los cachorros nacen con las orejas pegadas al cráneo para que puedan dormir sin sobresaltos y crecer más rápidamente. Si no fuera así, el mantener su cuerpo preparado para activarse ante cualquier sonido raro les haría gastar mucha energía.
Por este motivo, los gatos suelen dormitar mucho, para ahorrar energía, llegando incluso a dormitar de pie durante periodos cortos. Cuando un gato duerme profundamente a nuestro lado, podemos hincharnos de orgullo, pues eso significa que se sienten completamente protegidos y a salvo.
Los gato-perro y los perro-gato
Todos hemos visto multitud de imágenes de perros conviviendo con gatos como si fueran uña y carne, lo que es mucho más habitual de lo que se suele creer. Un perro no tiene que ver en el gato una presa si no se le ha enseñado a cazar. Sin embargo, es verdad, que muchos perros, suelen respetar a los gatos que conviven con él en casa, porque los reconoce como de la familia, pero se pone nervioso y excitado cuando ve un gato en la calle.
Los perros y los gatos no son enemigos naturales, como se nos ha hecho creer. Lo único que pasa es que tienen que aprender el lenguaje del otro para saber cómo comportarse entre ellos. Cuando un perro y un gato conviven juntos suele suceder que cada uno adopta rasgos de la otra especie. Cuando sucede algo así se suele decir cariñosamente «tengo un gato-perro»… o perro-gato, claro.