Cualquier noche los gatos de tu callejón (uh, uh, uuuuh)

Cualquier noche los gatos de tu callejón (uh, uh, uuuuh)

Este no se me escapa… Con el hambre de gatos que tengo, no me puedo permitir fallar y que se me vaya otro gorrión… ¿Cómo será eso de que te pongan de comer en un cuenco y no tengas que cazar la comida? Lo he visto desde las ventanas:

Gatos gordos y torpes (por mucho que a los humanos con los que compartan casa les parezcan el colmo de la elegancia moviéndose), incapaces de cazar a un ratón con una pata rota… Parecen felices con todas las atenciones que reciben, pero, coño, ¡que somos tátara-tátara nietos del smilodon y del león de las cavernas!

Cualquier noche los gatos de tu callejón (uh, uh, uuuuh)

Es como para retirarles el maullido…

A ver, a ver… que yo no digo que el mundo se eche a temblar cuando nos erizamos: hemos perdido mucho peso y mucho volumen de rugido con el paso de los milenios. No me comparares un grrrrroooaaarrr de un tigre dientes de sable con un miau, flojito y ridículo, que dan ganas de acariciarnos y darnos una galletita, como si fuéramos chuchos… ¡Pero, gato!, vamos a mantener un poquito el orgullo de especie.

Los gatos nos hubiéramos comido al humano

Antes sólo comíamos lo que nos ganábamos a base de acechar y saltar sobre la presa (¿Dónde se ha metido ese gorrión? Ah, míralo). Pero ahora… Basta con que te restriegues un poco contra la pernera del pantalón del humano que te pertenece y pongas la cara internacional de “minino bueno tiene hambre” para que te llenen un cuenco con… con lo que sea eso ¡Por Bastet! ¡Si antes nos habríamos merendado al humano y, de postre, a ese chihuahua ridículo que no hace más que tonterías a cambio de un poco de atención!

A ver, que no digo que sea del todo malo dejar que un humano comparta la casa con los gatos: te ahorras mucho trabajo a la hora de buscar la carne nuestra de cada día; mucho calor en verano; y no poco frío en invierno. Además, tampoco tienes que preocuparte si te pones enfermo, por lo que me dice un liberto amiguete mío, ya que te dan una meticina (o lo que sea eso) y se te pasa. Y lo del instinto de reproducción, pues te hacen no sé qué no sé dónde y, oye, como que el tema ya te da igual y vives mucho más tranquilo.

Cualquier noche los gatos de tu callejón (uh, uh, uuuuh)

¡Deja de ser tieeerrrnooo y ejerce de gato!

Ejerciendo de gato

Pues eso, que no está del todo mal dejar que un humano te sirva, pero un felino de verdad no puede pasarse el día de zarpas cruzadas. Si no cazas ni siquiera al periquito, al menos haz algo de ejercicio de garras con el sofá o con las piernas de tu humano. A fin y al cabo saben que tienen ante sí al orgulloso primo de la pantera y que deben pagar algún pequeño tributo en forma de piel desgarrada ¿No?

Sea como sea, yo prefiero seguir siendo un gato callejero (ya se me ha ido el pajarillo… ¡vaya por Bastet!), aunque sólo sea por el pedazo de himno que tenemos…